martes, 20 de julio de 2010

Higiecam, por Ángel Maldonado

El número de mascotas en las sociedades avanzadas ha alcanzado un elevadísimo nivel y sin duda alguna la más alta cota por su número corresponde a los canes, domesticados por el hombre desde tiempos inmemoriales y de las más variopintas razas, muchas de ellas obtenidas mediante cruces buscando la especialización. Las causas de este auge canino son de muy diversa naturaleza: económicas (vigilancia, caza, pastoreo, etc.), sicológicas (compañía), de solaz (carreras) y un largo etc.

Este auge del mascotismo canino conlleva junto a las evidentes ventajas un grave perjuicio y que consiste en la inevitable actividad excretora que genera un importante tonelaje de residuos, no solo repugnantes, si no altamente dañinos sobre todo en las ciudades, tanto en las aceras como en parques y jardines, no solo para la sufrida suela del zapato del ciudadano, si no para la salud pública por el alto contenido de gérmenes nocivos.

Es bien cierto que la conciencia ciudadana de los propietarios de perros se ha ido incrementando mediante el acto cívico de la recogida de los excrementos, pero el número de los desaprensivos que no recogen los excrementos de sus canes es todavía muy elevado. Pero incluso en los casos todavía reducidos de ciudadanos con conciencia cívica, no se elimina el perjuicio para la salud pública, pues la recogida manual no impide que persistan residuos en el suelo donde proliferan y se multiplican los microorganismos que se transmiten tanto por vía aérea como directamente sobre todo a los niños, que gustan de gatear por aceras y el césped de parque y jardines y que son causa de graves y anónimas patologías infecciosas.

Con el lanzamiento al mercado de este sencillo como genial artilugio, patentado por Maximino Fernández Sendín se pone definitivamente fin al hasta ahora insoluble problema de los excrementos caninos que tanta irritación ciudadana provoca, tanto en el aspecto estético como en el salutífero de nuestras ciudades.

No hay por consiguiente excusa para que las autoridades extremen su celo en la exigencia de acabar con esta plaga excrementicia, fomentando el uso de un artilugio que tantos beneficios reporta a la estética y sobre todo a la salud de nuestras ciudades.

Por D. Ángel Maldonado Vita

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